miércoles, 20 de agosto de 2014

Formar niños y jóvenes lectores



Dónde formar a los lectores
Por lo menos entre los maestros, y entre un gran sector de la población en general, se reconoce ampliamente la importancia de la lectura: formar estudiantes lectores es uno de los objetivos prioritarios en la educación. No voy a tocar los porqués de dicha importancia, pues en la misma medida en que se habla de ella, se mencionan sus razones, pero baste decir que, entre los estudiantes, la importancia de la lectura es tal que ésta hace la diferencia entre un buen y un mal estudiante. Cuando un niño tiene costumbre de leer y comprender lo que lee, tiene asegurado el noventa por ciento de su calificación, incluso más. Si los padres supieran qué tan cierta es esta relación entre lectura y estudio pondrían, sin duda, un poco más de empeño en que sus hijos adquirieran dicho hábito.
Sin embargo, siguen siendo una gran mayoría las personas, de todas las edades, que carecen por completo del hábito de la lectura y del interés por formarlo. A nivel familiar y social, es muy difícil pensar que se va a formar este excelente hábito, a pesar de que cuando los padres son lectores y se empeñan en formar hijos lectores es relativamente sencillo para ellos: en casa hay muchas oportunidades de compartir y favorecer la lectura en familia. Pero los adultos de hoy no leen porque sus padres no leyeron, y los niños de hoy serán adultos mañana que no lean porque sus padres no leen.
De manera que casi la única opción que tenemos a la vista es formar a los adultos lectores de mañana en las aulas escolares, y la falta del hábito de la lectura en las familias de nuestros alumnos es un obstáculo para que lo logremos. Es un gran obstáculo, pero no es insuperable.
Requerimos, para ello, que desde las autoridades responsables de determinar los planes y programas de estudio concedan un poco más de importancia a este aspecto, para que le destinen más tiempo y más recursos. Es necesario que no tengamos que distraer la atención de los alumnos de otras materias, sino que la lectura tenga su propio espacio en los programas. En cuanto a los recursos, es indispensable aumentar el acervo de las bibliotecas escolares y de aula.
El argumento de que podría insistirse a los niños que vayan a la biblioteca en horas extraescolares topa con el obstáculo mencionado arriba: para que lo hicieran con la frecuencia que se requiere para formar el hábito, se necesitaría que en sus familias hubiera la costumbre y el gusto por entrar a una biblioteca. Volvemos a llegar a la conclusión de que los libros, por lo menos para las generaciones actuales, deben estar en la escuela, y es aquí donde se tiene que formar a los lectores.

Con qué formar a los lectores
Ahora bien, asumiendo que, por lo menos por el momento, tenemos que arreglárnoslas con lo que tenemos y que no se nos va a aumentar el acervo de bibliotecas, los maestros no podemos quedarnos cruzados de brazos y permitir que nuestros alumnos pasen por el salón de clases durante todo el curso sin hacer nada al respecto.
La primera propuesta es sacarle todo el provecho posible a los libros de texto gratuitos. En los libros de español y de lecturas están incluidos muchos textos atractivos, tanto fragmentos de los clásicos como algunas lecturas modernas, de las que los docentes podemos echar mano para organizar actividades de lectura con nuestros alumnos, en el salón o como actividad para casa. Es necesario conocer bien los libros de texto para darles el mejor uso posible.
Pero, además, los maestros tenemos la posibilidad de emplear otros recursos, económicos y muy variados, para diversificar nuestras actividades de lectura. Existen en el mercado diversos materiales, a precios igualmente diversos, de manera que es posible conseguir libros muy útiles y no demasiado costosos; quizá sea mucho pedir que cada familia compre un libro para nuestros alumnos, pero teniendo el maestro un buen libro podrá encontrar forma de trabajar con él, ya sea mediante la lectura grupal en voz alta, ya sea mediante el fotocopiado.
Además, los maestros hoy tenemos una importantísima herramienta a nuestro alcance, y es la computadora. Aunque todavía es un artículo de lujo para muchas familias, su costo se ha reducido mucho en los últimos años y continúa reduciéndose cada vez más, y hay lugares donde puede rentarse una computadora por horas, consultar internet e imprimir los textos que uno desee. En internet puede encontrarse también una amplia variedad de textos escritos para los alumnos de cualquier nivel.
Por último, si el maestro es lo suficientemente creativo, puede impulsar entre sus alumnos la lectura de sus propios textos: escribir para ellos y motivarlos a que ellos mismos escriban. Con este recurso no sólo se impulsa la lectura, sino también se desarrolla la habilidad de producir sus propios textos y, con ella, la posibilidad de mejorar la capacidad de expresión, la ortografía y la redacción.
Las diversas estrategias de que puede valerse un maestro en el salón de clases para formar en sus alumnos el hábito y el gusto por la lectura, dependen fundamentalmente de la edad de sus alumnos. Esto estaría matizado, hasta cierto punto, por el nivel sociocultural de las familias, ya que no tiene la misma madurez intelectual un niño de un medio rural o de un medio popular que un niño hijo de profesionales, aun si éstos no han cuidado de formar en él el hábito de leer. Sin embargo, en términos generales podemos referirnos simplemente a la mayor o menor edad de los estudiantes.
Menciono esto porque es un factor que el docente debe tomar en cuenta al momento de elegir un texto para leer con sus alumnos; si el nivel es preescolar o los primeros grados de primaria, el maestro tendrá que elegir cuentos infantiles, los cuales serán totalmente inadecuados para que un maestro de sexto año o de secundaria trabaje con sus alumnos.

Qué aspectos formar en los lectores
Ahora bien, hoy nadie pone en duda que enseñar a leer es mucho más que dar a conocer las letras y los sonidos que ellas representan; enseñar a leer es hacer que los alumnos vean la lectura como una aventura, como una actividad recreativa y no como una obligación.
Se dice que muchas personas siguen siendo analfabetas a pesar de conocer bien las letras y los signos y poder decir “qué dice” una palabra escrita. Siguen siendo analfabetas todos aquellos que pueden seguir y pronunciar lo escrito, pero no comprenden su significado ni se penetran de él. Leer no es pasar los ojos sobre los caracteres y reconocerlos, unirlos más o menos correctamente para formar palabras y aun oraciones, sino poder reproducir mentalmente la idea que un texto escrito expresa y, por consiguiente, ser capaces de explicar dicha idea. Y hacerlo no sólo para un enunciado o un párrafo sencillo, sino aun para un texto largo, un artículo periodístico, un folleto informativo o un libro completo. Para disfrutar un texto, cualquiera que éste sea, es necesario tener un nivel suficiente de comprensión del mismo.
Por lo tanto, aquí tenemos ya dos ideas principalísimas a tomar en cuenta al momento de alfabetizar: inculcar el gusto por la lectura y buscar actividades que favorezcan la comprensión lectora.

Cómo formar a los primeros lectores
Aunque enseñar a conocer las letras no sea lo único que hay que hacer para enseñar a leer, es sin duda lo primero, y por lo general suele hacerse en preescolar o en los primeros grados de primaria.
El docente que trabaja en estos niveles tiene numerosas opciones para hacer que sus alumnos empiecen a conocer las letras de una manera divertida. Este primer acercamiento a las letras es fundamental para desarrollar, en el niño, la idea de que la lectura es una actividad placentera. Para ello, el maestro de niños pequeños puede organizar actividades de jugar a conocer sus propios nombres escritos, los nombres de sus compañeros, de sus padres, sus mascotas, los nombres de los personajes de los cuentos que les gustan.
En estas edades, es necesario que los niños aprecien la lectura también como una actividad útil, y para ello se aconseja que empiecen a leer, y a escribir, pequeños textos que tengan una finalidad inmediata, tales como notas a sus padres, recetas de cocina sencillas y breves de alimentos que pueden prepararse y comerse en el mismo salón, son sólo algunas ideas.
El docente puede leer un cuento a los niños y luego mostrar el texto escrito, enseñarles el nombre del personaje principal y que ellos lo busquen después en las páginas siguientes; pueden buscar, entre los nombres de los mismos niños, cuáles empiezan con la misma letra que el nombre del personaje.
Y, quizá lo más importante, el docente tiene que encontrar momentos durante el día para leer cuentos a sus alumnos, y lo tiene que hacer frecuentemente, de ser posible, diariamente. Puede jugar a leer el mismo cuento varios días seguidos, cambiando algunos detalles que los niños deberán detectar; puede leer cuentos y pedir que los niños dibujen algo sobre ellos. Puede dramatizar o permitir que ellos dramaticen las historias que les lee. En fin, la lista de actividades referentes a la lectura con los niños más pequeños es casi interminable. Sólo se requiere proponérselo.

Cómo formar lectores más adelante
Con niños un poco mayores y con adolescentes, asumimos que conocen ya las letras y “saben leer”, por lo menos en cuanto a reconocer las grafías y saber “lo que dice” un texto escrito. Las actividades de lectura en estos niveles son distintas a las anteriores, pero la lista también es enorme.
El docente puede organizar actividades consistentes en invertir los textos, en transformar a los personajes, combinar varias historias, construir historias nuevas a partir de una frase, un dibujo o una fotografía, son algunas de ellas. Puede hacer que los alumnos lean historias de las que se ha hecho película y luego comparen lo escrito con lo visto en pantalla. Es útil hablar en el salón de los autores de algunos textos leídos en clase, desarrollando así habilidades de investigación y propiciando el interés de los alumnos por leer otras obras de los mismos autores.
Ahora bien, en estos niveles cobra importancia el mostrar a los alumnos, también, el interés de otros textos diversos de lo narrativo: el docente podrá, por ejemplo, buscar artículos interesantes en las secciones noticiosas y científicas de periódicos y revistas; es importante que el docente se ubique en la edad e intereses de sus alumnos y les proponga textos apenas por encima de ese nivel, exigiéndoles un poco de esfuerzo pero sin salirse de su alcance.
Y, también, sería útil destinar un momento del día, por lo menos algunos días de la semana, a la lectura en grupo de textos narrativos. Aquí puede permitirse, y aun pedirse, que los propios alumnos sugieran las historias que quieran leer.

Conclusión
A quienes tienen el hábito de leer la lectura les proporciona, entre otras cosas, la posibilidad de cultivar su mente y desarrollar habilidades intelectuales que les permitan realizar otro tipo de estudios y mejorar su calidad de vida; además de momentos de esparcimiento inigualables, la capacidad de conocer y usar un vocabulario más amplio y adecuado a cada circunstancia y, casi como de regalo, un mejor dominio de la gramática y la ortografía.

Por estas razones, los docentes no podemos permitirnos dejar de dedicarle un tiempo y un esfuerzo sustancial. No podemos decir que cumplimos con la tarea de educar mientras no logremos formar, en nuestras aulas, alumnos lectores.