martes, 9 de junio de 2015

Calculitos

Comentaba en otro artículo que una de las mejores cosas que podemos hacer por nuestros hijos es enseñarlos a razonar desde pequeños. Y esto incluye el preguntarles sobre lo que vemos alrededor, la lógica simple de las cosas que nos rodean, el para qué sirve una máquina, o el porqué alguien actúa de cierta forma, pero también el proponerles pequeños desafíos lógico-matemáticos al alcance de sus posibilidades.
Comparto con ustedes unos ejemplos de los problemitas que planteé a mis hijos, hoy jóvenes y todos universitarios. Esto lo hacía en las mañanas, mientras lavaba dientes, peinaba y boleaba zapatos a cinco chiquillos, en lugar de regañar y corretearlos con gruñidos, jugábamos a pensar. A veces les pedía a los tres mayores que se quedaran callados para proponer uno más sencillo a sus hermanos pequeños, y otros de estos (y parecidos, lo dejo a la imaginación de cada quien) para los tres grandes. Ojalá a alguien le sirvan de algo:
Calculitos y experimentos
1) Sumando los dedos de tus dos manos y tus dos pies, ¿cuántos tienes en total? ¿Cuántos dedos tendrías si en cada mano y en cada pie tuvieras uno menos? ¿Cuántos tendrías si en cada mano y en cada pie tuvieras uno más?
2) Si tienes dos perros, dos gatos y dos ratones, ¿cuántos animales tienes? Si cada gato se come un ratón, ¿cuántos animales quedan? Y si cada perro se come un gato, ¿cuántos animales tienes?
3) ¿Cuánto es 5 + 5? ¿Cuánto es 10 + 10? ¿Cuánto es 50 + 50? ¿Cuánto es 100 + 100? ¿Cuánto es 51 + 51? ¿Cuánto es 102 + 102? ¿Cuánto es 204 entre 4?
4) ¿Qué prefieres que te dé?: Dos bolsas con cinco chocolates cada una; tres bolsas con tres chocolates cada una; cuatro bolsas con dos chocolates cada una. Los chocolates de todas las bolsas son del mismo tipo y de igual tamaño.
5) ¿Qué es más, una docena o una decena? ¿Qué es más, dos docenas o tres decenas?
6) ¿Cuántos dedos tienes en cada mano? ¿Cuántos tienes entre las dos manos? ¿Cuántos dedos tienes, contando las dos manos y los dos pies? Si tuvieras tres manos y tres pies, ¿cuántos dedos tendrías en total?
7) ¿Dónde tienes más, cinco montones de cuatro o cuatro montones de cinco? Tomar 20 frijoles y hacer la prueba sobre la mesa. Aprovechar para hablar de la conmutación de la multiplicación.
8) Si compras dos pastelillos de 4 pesos cada uno, y una paleta de 3 pesos, ¿te alcanza para pagar con una moneda de 10? ¿Cuánto te sobra, o cuánto te falta?
9) ¿Cuál nombre tiene más letras, el tuyo o el de tu amigo (Pedro)?
10) ¿Cuántas letras tienen tu nombre y tu apellido juntos? ¿Tienen más letras que el nombre y el apellido de tu amigo (Luis)?
11) Si te hacen cinco favores y das las gracias tres veces, ¿cuántas veces te faltó ser agradecido?
12) Si dos escaleras tienen en total la misma altura y llegan al mismo piso, pero una tiene 6 escalones y la otra tiene 4, ¿cómo son sus escalones? ¿Cuál escalera tiene los escalones más altos?
13) Tienes cinco dedos en cada mano, ¿cuántos dedos tienes? Si juntas tus manos y las de cuatro compañeros, ¿cuántos dedos hay en total? Si llegan tres compañeros más, ¿cuántos dedos son? ¿Cuántos niños tienen que quedarse para que haya la mitad de esos dedos?
14) Tienes cinco dedos en cada mano, ¿cuántos dedos tienes? Si juntas tus manos y las de un compañero, ¿cuántos dedos hay en total? Si cada uno dobla un dedo de cada mano, ¿cuántos dedos quedan estirados? ¿Y si doblan dos dedos de cada mano?
15) Cuenta de uno en uno hasta veinte, y luego de reversa, hasta cero.
16) Cuenta de dos en dos hasta veinte. Ahora, cuenta de dos en dos, de reversa, hasta cero.
17) Cuenta de tres en tres hasta quince. Ahora, cuenta de tres en tres, de reversa, hasta cero.
18) ¿Cuánto tienes si al doble de 12 le sumas 5?
19) ¿Cuánto te queda si al triple de 6 le restas 4?
20) ¿Qué pasa si multiplicas por 2 el doble de 4? ¿Es lo mismo que 4 veces 4?
21) Si a los años que tienes les sumas los años que tiene tu hermano (o tu amigo…), ¿cuántos tienen entre los dos? ¿Cuántos les faltan para tener los mismos que tu mamá? ¿Y que tu papá?
22) Si hay cuatro patas, puede ser un perro o dos pollos. Si hay seis patas, ¿puede ser que sean dos perros? ¿Un perro y un pollo? ¿Cuatro pollos?
23) Si hay diez patas, ¿pueden ser tres perros? ¿Dos perros y qué más? ¿Cuántos pollos?
24) Un ciempiés no tiene cien pies, realmente. Supongamos que tiene 50, ¿cuántas arañas se requieren para tener tantas patas como un ciempiés? ¿Sobran patas?, ¿cuántas sobran?
25) Si cada ciempiés tuviera 50 patas, ¿entre cuántos harían un verdadero “ciempiés”? ¿Cuántos de estos ciempiés de 50 patas necesitarías para tener un “milpiés”?
26) Si pones el número 55 en un espejo, ¿qué número ves? ¿Y si pones el 88 frente al espejo? ¿Qué pasa si pones de cabeza el número 9?
27) Si a un cuadrado le quitas un lado y unes los lados que te quedan, ¿qué figura te saldría? Experimentos
1) Poner sobre la mesa dos vasos de diferente forma, uno más bajo y ancho, el otro alto y delgado. Con una taza cualquiera, o si se dispone de una taza medidora, experimentar a cuál de los dos les cabe más luego de haber preguntado al niño qué cree sólo con verlos.
2) Poner sobre la mesa tres tinas de agua; la de la izquierda un poco fría, la de la derecha un poco caliente; la del centro es al natural, como sale de la llave. Pedir al niño que introduzca cada mano en una de las tinas de la orilla, durante tres o cuatro minutos; luego, pasar al mismo tiempo ambas manos a la tina del centro, y preguntar: ¿cómo está, fría o caliente? Conversar sobre esto. Por qué se siente diferente con ambas manos.

martes, 10 de febrero de 2015

Enseña a tus hijos a razonar

Enseña a tus hijos a razonar Dicen que los niños en la edad del porqué preguntan sólo en parte por verdadera curiosidad. Más bien lo que ellos buscan cuando preguntan por qué algo, o para qué, o de quién es, es interactuar con el adulto. Es como si dijeran: “Mamá, hazme caso”, o “Papá, aquí estoy, platica conmigo”. Y claro, esa atención que piden hay que dársela.
Pero eso no quiere decir que tengamos que contestar a todas y cada una de sus preguntas, sin más ni más. Una idea muy original es aprovechar las preguntas de nuestros niños para enseñarles a pensar y a razonar, para acostumbrarlos a buscar por sí mismos las respuestas a sus interrogantes.
La sugerencia es que, cuando el niño pregunte “y por qué…”, “para qué…”, u otra cualquiera, en lugar de responder se le devuelva la pregunta: “Y por qué crees”, “Para qué crees que sirve…”, etcétera. Por supuesto que luego hay que poner atención a su respuesta, ya que sólo así el niño consigue su propósito y puede satisfacer su necesidad, que es captar la atención del adulto. Pero el adulto está consiguiendo un objetivo de la mayor importancia, y es hacer que el niño sea consciente de lo que pregunta, que observe lo que sucede. Es despertar, ahora sí, su curiosidad, y estimular su capacidad de razonar.
Con esta “técnica”, por llamarle de alguna manera, se acaban en primer lugar las hileras interminables de porqués, que son a veces tan desquiciantes. Pero lo más útil es lo dicho: formar el razonamiento de nuestros hijos. También nos permite convivir con ellos y conocer la forma como funciona su mente y cómo evolucionan sus pensamientos.
Y por añadidura, puesto que la lógica de los niños es tan diferente de la de los adultos, esta forma de convivir con ellos es algo que resulta, además, muy divertido y para papá y mamá es una forma gratificante de compartir el tiempo con sus hijos.
Deseo que estas sencillas ideas te resulten de utilidad.

martes, 20 de enero de 2015

La amabilidad es una cadena

¿Qué importancia tiene el ser amables unos con otros? A veces, estamos tan ocupados o tan preocupados que no tenemos tiempo, o más bien deberíamos decir que no podemos dedicar atención a los pequeños detalles de amabilidad como son el saludo o el agradecer un servicio. Vamos tan metidos en nuestros asuntos que ni miramos a los demás, menos les hablamos y mucho menos les sonreímos. Ya ni se diga de estar dispuestos a hacer un pequeño favor, como levantar algo que se cayó a quien va junto a nosotros, ayudar a una señora a subir su pesada bolsa al camión o dejar el asiento en el transporte público.
Y ello a pesar de la gran satisfacción personal que dan a la persona que lleva a cabo esos pequeños detalles, aparentemente sin importancia. Se dice que incluso es bueno para la salud: el hacer un servicio o un favor a otra persona, conocida o no, ayuda a generar buen humor en la persona que los hace, y ya es sabido que el buen humor es uno de los mejores remedios para mantener la buena salud.
Pero además, la amabilidad funciona como una cadena. No es sólo el momento en que hacemos algo por otra persona y nosotros mismos nos sentimos bien al hacerlo, sino la disposición que se genera en esa persona, a su vez, para ser amable con los demás. Pongo por ejemplo el saludar al chofer del autobús urbano al subirnos y pagar nuestro pasaje, el agradecer que nos haya hecho la parada; aunque pensemos que es su trabajo, su obligación, podemos darle las gracias por hacerlo. El chofer quizá iba de mal humor y la sonrisa o el detalle amable que tengamos con él será como una oleada de alegría en su jornada; posiblemente no esté acostumbrado a saludar a los pasajeros, pero si alguien se dirige a él con esa cortesía, al menos por ese día, o por un rato quizá, salude o responda educadamente a los siguientes que suban a su unidad.
Me refiero a tratar a las personas no como cosas que están a nuestro servicio, no como robots que cumplen con su trabajo les guste o no les guste, sino como personas que están, tal vez, malhumoradas por alguna razón, o cansadas o estresadas, como individuos que tienen problemas. Cierto que su mal humor o las dificultades por las que están atravesando no son problema nuestro, pero también es más que cierto que podemos ser un poco más humanos, tratar de ponernos un poco en el lugar de los demás y hacer algo, que no nos cuesta mucho por cierto, para mejorar la vida de los demás o, por lo menos, para hacerles más llevadero el día.

Y como lo digo en el título, esto es una cadena. Si todos o la mayoría nos esforzáramos en ser amables con los demás, el mundo, empezando al menos por el mundo cercano a nosotros, sería diferente.

viernes, 9 de enero de 2015

La estrecha relación entre la lectura y el aprendizaje

Espero que mis pacientes lectores me disculpen por empezar esta nota presumiendo; lo que quiero no es ponerme como ejemplo, sino poner en relieve la situación de la que deseo hablar. Cuando yo estaba en sexto de primaria solía estar en primer lugar de mi grupo; en una ocasión se realizó un examen de lectura, exclusivamente de lectura, en el que también obtuve el primer lugar. La directora de la escuela comentó a todo el grupo la relación que había entre ambas cosas: la lectura y el rendimiento escolar. Desde entonces me quedó el propósito, para cuando fuera mayor y tuviera hijos, de formar en ellos el hábito de la lectura. Lo he cumplido a conciencia: tengo cinco hijos, ya todos mayores, todos lectores y todos, también, con carrera terminada; uno de ellos ya tiene una maestría y otros dos la están cursando.
Ahora, a lo que voy. Cuando un niño tiene la costumbre de leer y comprende lo que lee, tiene asegurado el 90 por ciento o más de su calificación. Y no se trata sólo de un número asignado en su boleta, sino que es una nota referida a un verdadero aprendizaje. Esto es, si el niño no comprende lo que lee y sólo lo memoriza o trata de memorizarlo no hay aprendizaje verdadero, sino pseudo-aprendizaje: lo aprendido de esa manera lo olvidará, y no al cabo del tiempo, no, sino apenas unos días después. Quizá apruebe el examen y con buena calificación, pero no habrá aprendido casi nada, o nada. El resultado de aprender sin comprender es que muchos alumnos llegan a los grados superiores de primaria, y posteriormente a la secundaria y la preparatoria, con un enorme vacío de conocimientos: apenas saben lo indispensable y a veces, ni eso.
La relación entre ambas cosas, lectura y aprendizaje, se da de varias formas:

• La primera, la obvia, es la comprensión y asimilación de los contenidos leídos cuando corresponden a las asignaturas de estudio, así como el aumento de la cultura general cuando se leen otras materias, diversas de las netamente escolares.
• Otra importante relación es la que se refiere al desarrollo de un mayor vocabulario, así como la mejora de la ortografía y la redacción  y, con ello, de la capacidad de expresarse.
• Una buena relación es la que se refiere a la autoestima de los alumnos; el alumno que comprende lo que ha estudiado y es capaz de expresarlo frente a su  maestro y sus compañeros, es un alumno seguro de sí mismo y deseoso de seguir aprendiendo. No es lo mismo, cuando el maestro pregunta algo en clase, ser de los que saben y levantan la mano, o ser de los que nunca pueden responder correctamente.
• Hay una relación que, en mi opinión, es la más valiosa, y se genera por el trabajo mental de la comprensión lectora que ejercita las neuronas y propicia el desenvolvimiento de la inteligencia misma.
No todo lo escrito es útil, pero descartando la basura impresa, como son la mayoría de las historietas, por ejemplo, y seleccionando cuidadosamente los contenidos de acuerdo con los propios intereses, puede decirse que todo lo que una persona lea le será útil en algún momento de su vida, ya sea en el ámbito académico o en la vida diaria.

Suele culparse a los docentes del grave atraso educativo que hay en México, pero me atrevo a asegurar que la verdadera responsable es la ausencia del hábito de la lectura en nuestros niños y también, por desgracia, en sus padres.
De la misma manera, me atrevo a afirmar que esta carencia es la causante, en gran medida, de la deserción escolar. Si los niños y los jóvenes no son capaces de comprender lo que deben estudiar pierden el interés en ello y, a la larga, prefieren abandonar la escuela.