¿Qué importancia tiene el
ser amables unos con otros? A veces, estamos tan ocupados o tan preocupados que
no tenemos tiempo, o más bien deberíamos decir que no podemos dedicar atención
a los pequeños detalles de amabilidad como son el saludo o el agradecer un
servicio. Vamos tan metidos en nuestros asuntos que ni miramos a los demás,
menos les hablamos y mucho menos les sonreímos. Ya ni se diga de estar
dispuestos a hacer un pequeño favor, como levantar algo que se cayó a quien va
junto a nosotros, ayudar a una señora a subir su pesada bolsa al camión o dejar
el asiento en el transporte público.
Y ello a pesar de la gran
satisfacción personal que dan a la persona que lleva a cabo esos pequeños
detalles, aparentemente sin importancia. Se dice que incluso es bueno para la
salud: el hacer un servicio o un favor a otra persona, conocida o no, ayuda a
generar buen humor en la persona que los hace, y ya es sabido que el buen humor
es uno de los mejores remedios para mantener la buena salud.
Pero además, la amabilidad
funciona como una cadena. No es sólo el momento en que hacemos algo por otra
persona y nosotros mismos nos sentimos bien al hacerlo, sino la disposición que
se genera en esa persona, a su vez, para ser amable con los demás. Pongo por
ejemplo el saludar al chofer del autobús urbano al subirnos y pagar nuestro
pasaje, el agradecer que nos haya hecho la parada; aunque pensemos que es su
trabajo, su obligación, podemos darle las gracias por hacerlo. El chofer quizá
iba de mal humor y la sonrisa o el detalle amable que tengamos con él será como
una oleada de alegría en su jornada; posiblemente no esté acostumbrado a saludar
a los pasajeros, pero si alguien se dirige a él con esa cortesía, al menos por
ese día, o por un rato quizá, salude o responda educadamente a los siguientes
que suban a su unidad.
Me refiero a tratar a las
personas no como cosas que están a nuestro servicio, no como robots que cumplen
con su trabajo les guste o no les guste, sino como personas que están, tal vez,
malhumoradas por alguna razón, o cansadas o estresadas, como individuos que
tienen problemas. Cierto que su mal humor o las dificultades por las que están
atravesando no son problema nuestro, pero también es más que cierto que podemos
ser un poco más humanos, tratar de ponernos un poco en el lugar de los demás y
hacer algo, que no nos cuesta mucho por cierto, para mejorar la vida de los
demás o, por lo menos, para hacerles más llevadero el día.
Y como lo digo en el
título, esto es una cadena. Si todos o la mayoría nos esforzáramos en ser
amables con los demás, el mundo, empezando al menos por el mundo cercano a
nosotros, sería diferente.