martes, 21 de febrero de 2017

Carta abierta a Daniel Ortega, presidente de Nicaragua


Montevideo, 12 de febrero de 2017.
Daniel: ¿Te acordás cuando me dijiste, allá en el Chipote, que admirabas a Ernesto Cardenal y que él era una gloria de Nicaragua? En aquel momento todos estábamos felices porque el Chipote, en el mismo corazón de Managua, ya no era un lugar siniestro. Estaba por fin lleno de luz, de muchachos y muchachas que no tenían miedo. Hasta las aguas de la laguna de Tiscapa parecían menos oscuras.
Eso fue por agosto o septiembre de 1979, cuando la revolución recién empezaba. Aquella tarde viniste al campamento con Javier Pichardo, el Emilio del Frente Sur, y con otros compañeros comandantes. También estaba el flaco Alejandro, y estaba la China a mi lado, un poco asustada, y estaba el Braulio, que después fue embajador, y la hermana de Marisol que parecía una niña disfrazada de soldado. ¿Te acordás?
Luego resultó que tu admiración por el poeta Ernesto Cardenal se convirtió en odio y persecución. Y ahora, casi cuarenta años después, vos y tu mujer siguen ensañados con él, y con trapisondas legales lo quieren humillar sacándole los pocos reales que pueda tener, confiscándole la casa donde vive y dejándolo en la calle. Por cierto que él es un opositor a tu gobierno, pero la revolución sandinista se hizo también para eso: para que los opositores no tuvieran que andar escondidos, para que no los persiguieran ni los torturaran allí, justo allí, en El Chipote donde vos habías estado preso. Vos dijiste que la revolución se hizo para la libertad. ¿Qué pasó, Daniel? ¿Te olvidaste de todo aquello?
En 1979 vos y yo éramos jóvenes. El flaco Alejandro, la China y el Braulio también. Pero Cardenal ya era un cincuentón de barba blanca, un cura flaquito y siempre tímido. Él ya era un patrimonio nacional. Por eso lo nombraste ministro de Cultura, porque su prestigio engalanaba tu gobierno.
Hoy él es un anciano de 92 años, y es un patrimonio del idioma y de toda América latina. Tiene mucho más prestigio ahora que en 1979. A vos, Daniel, no te pasa lo mismo, aunque tenés mucho más poder y mucha más plata que en aquel entonces. Él es un cura decente, pobre y revolucionario, admirado en todo el mundo. Vos sos apenas un reyezuelo atrapado en su palacio, dizque casi un príncipe consorte.
Todos sabemos que bastaría un gesto emanado de tu corte para que cesen los acosos y el encarnizamiento contra Ernesto Cardenal. Somos miles los escritores y artistas que, en todo el mundo, te exigimos desde hace años que dejes en paz al poeta. Muchos piensan que reclamártelo una vez más es un gesto inútil. En todo caso es un gesto de dignidad que bien merece el pueblo de Nicaragua. Te pido que lo consideres.
Sé que una carta abierta es un método de comunicación bastante reprobable. Pero en este caso es la única manera de intentarlo, ya que tu embajador en Montevideo, el hijo de Licio Gelli, no me merece ninguna confianza, y allá en tu palacio me tienen prohibida la entrada.
Fernando Butazzoni
(ex combatiente del FSLN, ex oficial del Ejército Popular Sandinista)

miércoles, 8 de febrero de 2017

¿A quiénes admiramos, y por qué?

No creo que haya alguna persona que no sepa quién fue Michael Jackson, y qué fue lo que lo hizo famoso, aunque aquí cabe comentar varios factores: excelente bailarín y vocalista, fue un personaje muy controvertido por escándalos sobre actos de pederastia que se le imputaron, así como por su complejo de inferioridad por ser de raza negra: tratamientos y operaciones con la finalidad de aclarar su piel y afinar sus rasgos, que acabaron haciendo de él una verdadera momia en vida. Cuando murió Michael Jackson, la noticia voló: en media hora lo supo la mitad del mundo y, en la siguiente media hora, la otra mitad.
Hago este comentario para pasar a una reflexión: ¿por qué fue tan admirado? La respuesta es obvia y está en el mundo del espectáculo, pero, ¿quién hace más por el mundo, un cantante como él o un ingeniero, un maestro, un médico, un científico…? ¿Quién beneficia más a la humanidad, en todo caso?
¿Sabes quién fue Rita Levi-Montalcini? Esta mujer murió en 2012, a los 103 años de edad, y su muerte apenas fue comentada en las noticias. Incluso quienes sabíamos quién era, tardamos mucho tiempo en enterarnos de su fallecimiento.
Pero ¿qué fue lo que hizo? Rita Levi-Montalcini nació en 1909 en Turín, Italia; ahí mismo estudió y se graduó en 1936 en medicina y cirugía; luego se especializó en neurología y psiquiatría, pero en 1943 fue expulsada de la Universidad de Turín, a consecuencia de las leyes antisemitas. Se ocultó en Florencia e instaló un laboratorio clandestino, en el que trabajaba junto con otros científicos. En 1947 colaboró en una investigación sobre el crecimiento del tejido nervioso en el embrión de pollo y posteriormente en otros vertebrados, y en 1986 fue galardonada, junto al bioquímico Stanley Cohen, con el premio Nobel de Fisiología y Medicina; ella fue la cuarta mujer en obtener el premio Nobel. Sus hallazgos han sido fundamentales para comprender los mecanismos que regulan el crecimiento de las células y tejidos, permitiendo un mayor entendimiento de las causas de ciertos procesos patógenos como los defectos hereditarios y las mutaciones degenerativas.
Vuelvo a preguntar, ¿quién hace más por la humanidad, un científico o un actor?, ¿un maestro o un futbolista?, ¿un médico o un cantante? En el ejemplo que puse, esa mujer fue galardonada con el premio Nobel y obtuvo otros reconocimientos, pero hay personas que, como ella, trabajan por el bien de la sociedad y no son reconocidas ni siquiera con un sueldo digno para vivir, mientras las estrellas del espectáculo y del deporte suelen vivir de bien para arriba, muchas veces se vuelven millonarios siendo que, muchas veces, no cuentan ni siquiera con una cultura que pueda ser definida como mediana ni tienen una sólida formación en valores.
Eso lo hacemos nosotros. Al agotar todas las ediciones de películas y álbumes musicales o al no perdernos el partido de nuestro equipo favorito, cuesten lo que cuesten, estamos aportando al enriquecimiento de personas que lo único que hacen es entretenernos, pero que no hacen un verdadero trabajo porque la sociedad en la que viven sea mejor.
¿Qué es lo que estamos inculcando a nuestros hijos? ¿Qué nos extraña que tantos niños y jóvenes abandonen la escuela, si en la sociedad que los rodea, incluso en su propia familia, las personas más admiradas y más vistas no son quienes más trabajo positivo aportan, sino quienes más ganan o quienes más escándalo hacen?