martes, 15 de marzo de 2016

Mi amiga Nicté Arzaluz

No la conozco en persona, pero es mi amiga en Facebook, sugerida por mi hijo quien sí la conoce. Nicté es alguien a quien admiro sinceramente.
Ella se dedica, actualmente, a visitar a los hijos de las reclusas en las cárceles y centros de readaptación, y lee y juega con ellos. Es tal vez la única oportunidad que les dé la vida en su infancia de conocer a alguien que haga algo así por ellos. Debería haber más personas que trabajaran en esto, pero... ¿por qué no las hay? Porque casi los únicos que pueden hacerlo son voluntarios, y debido a las condiciones críticas que se viven en México, todos estamos demasiado ocupados en ganarnos el pan. De hecho, en ganarnos apenas unos cuantos pesos que con trabajos nos alcanzarán para comer.
Ya que así son las condiciones en México, ¿qué podría hacer el gobierno, ¡¿qué podrían hacer las autoridades carcelarias, o las autoridades educativas, por los niños que pasan buena parte de su infancia en la cárcel, sin haber cometido ningún delito por cierto? No se trata de darles juguetes, regalarles computadoras, llevarles dulces. Todo lo anterior, sí, pero sólo después de llevarles más personas como Nicté, que hagan lo que ella hace. No sería mucha la inversión requerida en comparación con los beneficios obtenidos para esos niños.

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